Éxodo 12 describe de una forma hermosa al pueblo de Dios, durmiendo a salvo bajo el ojo protector del Señor. El hecho que ellos pasaron su primera noche de libertad bajo cielos abiertos es muy conmovedor, ya que estuvieron bajo la bota del faraón y muchos otros techos de opresión por más de 400 años.
Imagina la belleza de esta escena por un momento. Posiblemente, las fogatas de cocina todavía están encendidas para disipar la obscuridad, mientras la gente se agrupa y prepara para dormir en una ciudad de tiendas de campaña. Esas fogatas se extienden hacia el horizonte como un reflejo de las estrellas en lo alto. La mayoría de los hebreos posiblemente tenían algún tipo de refugio, ya que sabían que el viaje que les esperaba sería largo y difícil. Mientras estaban bajo el dominio del faraón, pocos tuvieron razón alguna durante sus vidas para levantar una tienda y acampar. Además, pocos pudieron ser libres de experimentar una noche al aire libre sin estar bajo la vigilancia constante de las autoridades egipcias.
Son personas que no están acostumbradas a la libertad. De hecho, son un pueblo que no conoce la movilidad. Indudablemente, como esclavos liberados, no tienen la costumbre de tomar decisiones, mucho menos decisiones de vida. Imagina su gozo y asombro al verse finalmente libres. Imagina su fascinación al recordar las acciones sobrenaturales que Dios usó para liberarlos.
Están en el umbral de un viaje largo que durará cuarenta años. Es un viaje con un propósito grandioso. Traerá sanidad, forjará identidad, generará intimidad con Dios y les confirmará como luz para todos los pueblos. Pero, pueda que al inicio del viaje estos elementos tan importantes sean vagamente apreciados.
Sin embargo, seguramente hay mucha emoción y esperanza. Es casi seguro que hay un sentimiento de anticipación al dar los primeros pasos hacia la tierra prometida. Pero, es probable que también hay desconfianza ya que se preparan para moverse a lo desconocido. Pueda que Egipto no era su casa, pero por lo menos lo conocían por más de 400 años
Sin embargo, hay algo más aquí. En esta noche de “primeras experiencias” hay un aire de inocencia, el cual vale la pena detenerse a saborear, ya que es fugaz. El pueblo está en modo pre-viaje y no han experimentado los altibajos del viaje de fe que les espera. Todavía no han caído en el patrón de viajar por algunos kilómetros, enfrentarse a dificultades y aburrimiento, y quejarse con Moisés, muchas veces con sarcasmo. De igual forma, aún no han experimentado por completo la gracia de un líder que escucha e intercede por ellos delante del Señor. Por lo tanto, no han experimentado el dolor del reproche de Dios, o el jubileo de su redención.
En vez de esto, en esta primera noche descrita en Éxodo 12 existe el embrión de la posibilidad. El cielo sobre ellos está totalmente abierto; la noche está sin mancha de error y no ha sido marcada por acción alguna. Sin embargo, al pasar el tiempo el pueblo se sentirá solo y con miedo; el cielo sobre sus cabezas parecerá tan vacío como el desierto que se extiende frente a ellos, sin importar la presencia diaria de Dios, ya sea como nube durante el día o como fuego por la noche. Como pioneros en misión, es importante que nos recordemos que el viaje será hermoso y difícil al mismo tiempo. Habrá momentos cuando sentiremos la presencia de Dios. Habrá momentos cuando no.
Hay otra forma de leer Éxodo 12:40-42. Es posible que la noche en vigilia aquí descrita sea una referencia a la noche de la pascua, no necesariamente a la primera noche de acampar bajo las estrellas. De hecho, pueda que esa sea la interpretación más apropiada. Pero, eso no importa. El punto de este pasaje corto es claro. La noche de la que se habla, y todas las noches que le siguieron, es más acerca de Dios que de los hebreos liberados. El texto nos afirma que “El Señor veló aquella noche.” Como si fuera un padre primerizo vigilando de forma protectora al borde de una cuna, Dios miró sobre su pueblo no sólo como recién liberados, sino también como recién nacidos. Era el pueblo que él escogió especialmente, y al que prometió “Los adoptaré como mi pueblo y seré su Dios” (Éxodo 6:7).
Es muy fácil pasar por alto este pequeño momento, la noche de vigilia del Señor, en la narrativa del Éxodo por causa del drama que espera en el viaje más adelante. En mi caso, me di cuenta de que tenía nuevos ojos para este pasaje cuando nació mi primera hija; y me encontré a mi mismo, noche tras noche, vigilando la cuna de mi hija con un asombro protector.
¿Por qué es tan importante esto? Para aquellos de nosotros que tenemos el privilegio de iniciar nuevos equipos en comunidades marginadas y oprimidas, es importante que apreciemos y nos demos cuenta de la presencia permanente de Dios desde el inicio. Somos llamados a servir como trabajadores en la cosecha, pero aún antes de eso, somos llamados a simplemente estar con Dios y reconocer que él está con nosotros. De la misma manera en la que la intimidad con Dios es fundamental en la historia del Éxodo, Marcos 3:14-15 nos dice: “Nombró a doce a quienes llamó apóstoles para que convivieran con él y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios.”
La misión pionera puede convertirse en un desenfoque de actividad y requerir aprendizaje riguroso y sacrificios costosos. Si antes de entrar al ministerio no hemos creado el hábito de “poner nuestros ojos en Jesús”, vamos a mover nuestra mirada gradualmente y enfocarnos en nosotros mismos y nuestros esfuerzos. Como consecuencia, si encontramos dificultades imprevistas o vemos que nuestros esfuerzos no rinden fruto inmediato, podríamos desarrollar resentimiento contra Dios, la iglesia, o nuestros vecinos, justo como el pueblo de Israel en su viaje cruzando el desierto.
De la misma forma, mi experiencia como papá de una hija recién nacida me ayudó a ver mi primera noche en La Calle Minnie, en abril de 1985, con otro nivel de conciencia. Me encontré bien despierto a las 3:00 de la mañana, sintiendo anticipación y un poco de aprensión por el día que iniciaba. Me dirigí a Números 13:1-2 para estudiar el primer intento de “explorar la tierra” por parte de los hebreos. Con ese texto en mente, me aventuré a La Calle Minnie para observar y orar mientras caminaba por la comunidad. Yo no sabía “cómo” hacer una caminata de oración, y nunca había visto a nadie hacerlo. Así que, es muy posible que, en mi inexperiencia e inseguridad como un misionero joven, estaba más enfocado en lo que debía hacer que en entender que Dios estaba conmigo. No obstante, las caminatas de oración nocturnas se convirtieron en un habito semanal durante esa temporada. Escogí las noches para orar porque así minimizaba las distracciones. En aquel tiempo, La Calle Minnie era la calle más poblada de California, y siendo el único residente blanco en medio de miles de refugiados asiáticos e inmigrantes latinos orar en la calle hubiera sido casi imposible. Además, puede ser que escogí las noches para hacer caminatas de oración porque estaba dando un paso de fe de forma exploratoria con la noche cubriendo mis posibles errores. Además, las caminatas de oración nocturnas me trajeron cara a cara con traficantes de drogas, drogadictos y otros quienes eran los más quebrantados y vulnerables de nuestra comunidad.
En retrospectiva, especialmente después de leer Éxodo 12, me di cuenta de que Dios escogió las noches para las caminatas de oración más de lo que yo lo hice. Creo que él quería que me le uniese en noches de vigilia. Por supuesto que él estaba protegiéndome, pero también protegía a los vecinos que viajarían en fe y descubrimiento conmigo en los años siguientes. Intuí esto en aquel tiempo, pero desearía haber apreciado más su presencia protectora.
La “noche de vigilia del Señor” debe convertirse en una “noche de vigilia para el Señor” por el pueblo en un pacto mutuo de intimidad que se extiende al futuro. ¿Cómo podemos hacer esto? Estando en La Calle Minnie, inicié un proceso de vida que me conectaba con Dios durante la mayoría de las mañanas y noches. Después de casi un año, me di cuenta de que estaba sintiendo muchas cosas que venían del Señor a través de la oración conversacional y el estudio, por lo que comencé a escribir un diario. Estaba tan interesado en escuchar y aprender del Jesús de los evangelios que cuando abría la Palabra de Dios, sentía que estaba abriendo una puerta hacia una realidad más profunda y poderosa.
Es importante que al inicio de tu viaje como un misionero apostólico hagas un balance de tu dependencia y apreciación por el Señor Jesús, como Emanuel, como “Dios con nosotros.” Es más, el viaje de cuarenta años de los hebreos puede entenderse únicamente en el contexto de su re-creación en los cuarenta días de prueba, tentación y triunfo de Jesús en el desierto. Muchas veces, los pioneros se sienten tan ansiosos por iniciar el trabajo de hacer justicia y misericordia como misioneros de Miqueas 6:8 que, menosprecian la necesidad de la dimensión contemplativa del “humillarse ante Dios.” No existe un “mal momento” para darse cuenta de la complejidad de nuestra dependencia de Jesús como pámpanos de la vid. Sin embargo, Si traemos un sentido más desarrollado de practicar la presencia de Dios con nosotros y en nuestro viaje ministerial, entonces podremos ahorrarles a nuestros vecinos, compañeros de equipo, y a nosotros mismos un poco de dolor y confusión. Es mejor no esperar hasta que la adversidad nos haga retroceder.
Es importante notar en Éxodo 12 que, al inicio del viaje Dios inculca en los hebreos un hábito de celebrar ciertos días y eventos. El viaje a través del desierto estuvo marcado por celebraciones—escritura de canciones, construcción de monumentos, y la celebración de días especiales. Iniciar nuevos equipos en los márgenes del mundo es especialmente riguroso durante los primeros dos años. Habrá tiempos desconcertantes, pero también de mucho regocijo. Habrá tiempos de pérdida y de ganancia. Por lo tanto, es bueno hacer un “chequeo de actitud” justo al inicio, y avivar un hábito de celebración en los buenos momentos y en los momentos de Dios, cuando Dios se revela de formas inconfundibles.
Quiero darte la bienvenida a una comunidad internacional de seguidores de Cristo y aprendices entre aquellos que viven en pobreza. Ser embajadores de Cristo es un privilegio, especialmente entre las personas a quienes el mundo ha hecho los últimos, pero Dios les ha hecho los primeros. El apóstol Santiago nos dice: “Hermanos míos amados, oigan: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que lo aman?” (Santiago 2:5). Mateo 25 va aún más lejos al decir que Jesús se identifica de forma especial con aquellos en necesidad.
Este es un viaje que requerirá mucha fe individual, valentía, y resiliencia. Pero también es un viaje que es mucho mejor y más sostenible cuando se tiene una tribu. Recordamos que el viaje de cuarenta años del pueblo de Israel fue hecho por las doce tribus. Estamos agradecidos por tu presencia entre nosotros, y tomamos como un regalo la oportunidad de ayudarte mientras caminamos juntos en fe, como hermanos y hermanas de la tribu de Cambio Interno.
Que el Señor te bendiga y te guarde.
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